Por qué el mindfulness no resolverá la crisis del aprendizaje

Paradójicamente, el aprendizaje es uno de los mayores retos de nuestro tiempo. Nunca ha sido tan fácil encontrar informaciones sobre un tema y, al mismo tiempo, tan difícil interiorizar estas informaciones de forma permanente. Naufragamos en medio de esta inundación de informaciones, siempre a la búsqueda de una estrategia de aprendizaje supuestamente eficaz a la que podamos aferrarnos. A menudo sólo por poco tiempo.


Por supuesto, esto se debe a la influencia de medios digitales a nuestra vida cotidiana. Nuestra capacidad de atención disminuye cada vez más en tiempos de vídeos cortos con cortes rápidos. Nuestros ojos y cerebros se han acostumbrado a enfrentarse a nuevos estímulos cada pocos segundos sin tener tiempo de procesar los estímulos anteriores de forma duradera y eficaz. Como resultado, a menudo la información nueva ni siquiera llega a la memoria a largo plazo porque ya ha sido sustituida por información aún más nueva en la memoria a corto plazo, donde hay espacio para un máximo de 7 piezas de información a la vez. E incluso el camino hacia la memoria a corto plazo no está en absoluto garantizado, ya que la transición de la memoria sensorial a la memoria a largo plazo requiere un recurso cada vez más escaso: la atención.


Un dilema ante el que reaccionamos de forma muy descoordinada, si es que reaccionamos. En la mayoría de las escuelas, el modelo de enseñanza frontal de 60 a 90 minutos no ha cambiado, y suele ser la forma en cual intentamos impartir los conocimientos en las clases de lenguas extranjeras para profesionales. Los profesores no están formados como animadores y el aula analógica no puede competir con el mundo colorido y dinámico de los vídeos virtuales. Entonces, ¿cómo se puede generar atención? La constatación de que la presencia física y mental no van automáticamente de la mano ha terminado por imponerse en los últimos 20 años, desatando un auténtico revuelo en torno a la supuesta necesidad de la atención plena.


Entonces, ¿meditar regularmente forma parte de la rutina de aprendizaje institucionalizada de los alumnos propensos a las distracciones? Quizás de forma ocasional y esporádica. ¿Sería la panacea para la batalla global por nuestra memoria a largo plazo? En absoluto. El simple aumento de la probabilidad de un incremento colectivo de la atención en un formato clásico de aprendizaje no es en sí mismo una fórmula de éxito. El aprendizaje en sí es un proceso demasiado complejo para ello. Sin embargo, esto no debe restar importancia a esta herramienta como elemento básico para el éxito del aprendizaje deseado, aunque es sólo eso: un elemento básico en el proceso global. Sin embargo, hay otros factores que desempeñan un papel más importante que la atención. Ante todo, los contenidos de aprendizaje deben ser significativos, desafiantes, aplicables de forma autónoma y dominarse rápidamente hasta cierto punto. En cuanto se cumplen estos criterios, los alumnos están mucho más interesados y motivados de aprender la materia. Como resultado, se vuelven automáticamente atentos como un subproducto y por eso la atención no tendria que ser generado de antemano de forma laboriosa y artificial. Así pues, en lugar de poner el carro delante de los bueyes y utilizar ejercicios de atención plena para poner a los alumnos en un estado supuestamente listo para aprender en primer lugar, debería tenerse en cuenta que el contenido de aprendizaje que se va a enseñar sea personalmente relevante para los alumnos, que lo vean como un reto interesante, que pueda aplicarse de forma independiente y que los éxitos iniciales de aprendizaje se consigan rápidamente. En mis siguientes artículos entraré mas a detalle sobre estas cuatro características fundamentales y cómo se pueden crear en un contexto de enseñanza.