El poder del retraso en la comunicación

Casi ningún avance caracteriza tanto a nuestra sociedad actual como la rápida compresión de la comunicación a la que estamos expuestos a diario. En el trabajo, nos bombardeamos unos a otros con correos electrónicos y esperamos una respuesta puntual a nuestras peticiones.

En privado, las cosas no van mucho mejor. La popular plataforma de comunicación WhatsApp incluye una marca de color en el momento en que el destinatario ha leído un mensaje. A partir de ese momento, comienza la cuenta regresiva imaginaria hasta que se agota la ventana de respuesta socialmente aceptable. Así, una respuesta tardía puede interpretarse como un descortés desinterés en la comunicación por chat que siempre debe mantenerse.

Por no hablar de las redes sociales, claro. También aquí uno se ve expuesto a una latente, aunque insistente, compulsión por comunicar debido a las innumerables y constantemente nuevas informaciones. En nuestra comunicación cotidiana casi nunca hay espacio para el procesamiento detallado de la información y una reacción equilibrada ante ella.

Un proverbio turco dice que eres dueño de tus palabras mientras no hayan salido de tu boca, pero después son tu dueño. Así nos esclavizamos diariamente a nuestras propias declaraciones irreflexivas. ¿Cuántas veces nos arrepentimos de una respuesta precipitada en la vida cotidiana y deseamos, en retrospectiva, haber pensado más antes de contestar? ¿O es que tampoco tenemos tiempo para este tipo de reflexión?

Para que la comunicación vuelva a gozar de un estatus de atención superior, deberíamos prestar más atención a la calidad que a la cantidad. Un correo electrónico de trabajo bien meditado, que responda de antemano a posibles preguntas de seguimiento y proporcione una información más completa, probablemente será preferido por todos los interesados al envío inflacionista de mensajes de dos líneas. Un mensaje privado también ganaría más valor si no sólo pretendiera escapar por un momento de la compulsión comunicativa enviando trivialidades, sino que contuviera elementos personales de aprecio mutuo.

Sin embargo, esto sólo puede hacerse deteniéndose un momento antes de responder. Según las enseñanzas estoicas, primero debemos reflexionar sobre el significado y la finalidad de nuestro mensaje. Entonces debe seguir una respuesta adecuada, que deje claro a nuestro socio de comunicación que nuestro intercambio de pensamientos no sigue un patrón automatizado, sino que se basa en mensajes bien meditados y reflexionados. Esto, a su vez, demuestra respeto personal por el destinatario, quien debería alegrarse más sinceramente al recibir un nuevo mensaje. El retraso en el tiempo de reacción aumenta ahora la expectación por la contraparte, por lo que es probable que se perciba como un daño colateral aceptable. Hay que reflexionar un poco sobre eso.